Triduo al Sagrado Corazón de Jesús (I)

Santa Margarita de AlacoqueEste es el tercer año que tengo la suerte de dirigir las reflexiones sobre el Sagrado Corazón de Jesús, una devoción que desde el siglo XVII está alimentando profusamente la fe del pueblo cristiano; para nosotros más en otros tiempos que en éstos y hoy más en otras latitudes que en la nuestra. Es una devoción a la que yo personalmente tengo mucha devoción y que debo a un santo jesuita que me inició en ella y al que siempre estaré agradecido, el padre Casasnovas. El primer año tomé como punto de referencia los textos bíblicos y evangélicos que hablan del corazón del Señor, centrándome especialmente en el texto del profeta Zacarías que san Juan ve cumplido en la muerte en cruz de Jesús: mirarán al que traspasaron; el año pasado me centré en las grandes prácticas devocionales del Apostolado de la oración: la hora santa, la comunión reparadora y la consagración. Este año va a ser un poco diferente: vamos a hablar del amor de Jesús hacia nosotros y lo vamos a profundizar a través de canciones (esto lo haremos a partir de mañana); hoy voy a centrar en la reflexión esta frase que le dice el mismo Jesús a santa Margarita: «Mi divino corazón de tal manera se abrasa en el amor a ti y a todos los hombres que ya no lo puedo contener y quiero, por tu medio, manifestarlo a todos… Tengo sed de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento».

¡Qué preciosidad de frase!: Tengo sed de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento. Nada más leer esta frase pensé en este año de la misericordia, dar de beber al sediento; el mismo Jesús vuelve a presentarse como el que tiene sed, pero ahora introduce un matiz importante, se trata de una sed muy particular: sed de ser amado en la Eucaristía. La Eucaristía es la clave en estos tiempos para diferenciar una iglesia viva de una agonizante, de una espiritualidad rica de otra lánguida, de una comunidad cristiana real de otra que sea un cadáver. Yo pienso en las exposiciones del Santísimo los jueves con tan poca gente, cómo se entra y se sale de la Iglesia sin la menor atención al Sagrario, en la poca delicadeza a la hora de comulgar sin ningún respeto cogiendo el Cuerpo del Señor de una manera completamente indigna, haciendo cosas raras para comulgar, pienso en la profanación de la Eucaristía con nuestro modo de hablar y me duele especialmente cuando lo oigo entre los niños, veo celebración de la Misa sin ninguna repercusión posterior en nuestras vidas… A este respecto decía el domingo nuestro Arzobispo en la misa del Corpus: tenemos que dar nosotros de comer, hacer todo lo que podamos con lo poco que tenemos para que así, podamos vivir de modo completo la eucaristía; vivir de modo completo la Eucaristía. O sea que esto no es venir a la Iglesia, estar un rato y marchar a otra cosa, he cumplido y me voy. No. No se trata sólo de ‘oír misa’, es más, mucho más. Celebrar la Eucaristía, vivir de modo completo la Eucaristía tiene muchas repercusiones espirituales, sociales, políticas, familiares. Es la clave, la piedra angular de nuestra Iglesia hoy. ¡Tengo sed de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento!

Mirad lo que decía el Papa el Jueves, en la celebración del Corpus en Roma:

Jesús se ha dejado ‘partir’, se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: “lo reconocieron al partir el pan”. La Eucaristía desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia. Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o anónimos–, que se han dejado ‘partir’ a sí mismos, sus propias vidas, para alimentar a los hermanos. Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: “Haced esto en memoria mía”.

Ésta es una devoción intrínsecamente unida a la Eucaristía, por eso tiene tanta repercusión y tan gran difusión. Ante el Corazón de Nuestro Señor han doblado sus rodillas santos y pecadores, nobles y plebeyos, ricos y pobres… Todos, absolutamente todos, ante la humanidad sufriente de Jesucristo han sentido un estremecimiento interior que les ha hecho abandonar la antigua vida de pecado y abrazar, en un esfuerzo de ascesis, la fe a través de la reparación. Grandes santos como Francisco de Sales, Juan Eudes, Claudio de la Colombiere, el Padre Pío o Faustina Kowalska; todos los papas del siglo XX y XXI han recomendado vivamente adherirse a esta devoción porque encierra todas las riquezas espirituales que el Señor nos quiere dar. Os voy a dar un par de ejemplos: tiene san Juan Pablo II unas reflexiones preciosas sobre las letanías del Sagrado Corazón de Jesús (si alguien las quiere yo se las puedo proporcionar), Benedicto XVI hizo coincidir la clausura del año sacerdotal con la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y decía en la homilía de la misa de ese día: echamos una mirada dentro del corazón de Jesús que al morir fue traspasado por la lanza del soldado romano. Sí, su corazón está abierto por nosotros y ante nosotros; y con esto nos ha abierto el corazón de Dios mismo. La liturgia interpreta para nosotros el lenguaje del corazón de Jesús, que habla sobre todo de Dios como pastor de los hombres, y así nos manifiesta el sacerdocio de Jesús, que está arraigado en lo íntimo de su corazón; de este modo, nos indica el perenne fundamento, así como el criterio válido de todo ministerio sacerdotal, que debe estar siempre anclado en el corazón de Jesús y ser vivido a partir de él.  Su corazón abierto por nosotros y ante nosotros; y con esto nos ha abierto el corazón de Dios mismo; para comprender a Dios tenemos que recorrer el camino del corazón; el amor sólo se entiende desde el amor.
Y dentro de este año de la misericordia quiero recordaros algunas palabras del papa Francisco:

–    La piedad popular valora mucho los símbolos, y el Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; la fuente de la que brotó la salvación para toda la humanidad.
–    Del corazón de Jesús, Cordero inmolado en la cruz, brota el perdón y la vida para todos los hombres.
–    La misericordia de Jesús no es sólo un sentimiento, ¡es una fuerza que da vida, que resucita al hombre! Pensemos esto, es hermoso: la misericordia de Dios da vida al hombre, le resucita de la muerte. El Señor nos mira siempre con misericordia; no lo olvidemos, nos mira siempre con misericordia, nos espera con misericordia. No tengamos miedo de acercarnos a Él. Tiene un corazón misericordioso. Si le mostramos nuestras heridas interiores, nuestros pecados, Él siempre nos perdona. ¡Es todo misericordia! Vayamos a Jesús.

El corazón de Jesús nos habla de su amor y de la reparación por el abandono de ese amor, por las ofensas de tantos hombres y corazones ingratos, por los abandonos y las blasfemias, por el egoísmo se cierra a reconocer el amor de un Dios que nos ama con locura: Mi divino corazón de tal manera se abrasa en el amor a ti y a todos los hombres que ya no lo puedo contener y quiero, por tu medio, manifestarlo a todos.

La reparación es muy importante. Tanto que la Virgen María está insistiendo en ello en muchas de las apariciones que se están produciendo en los últimos años: rezar por los pecadores, ofrecer sacrificios por los alejados de la fe, reparar el corazón desgarrado de mi Hijo… así se está manifestando. En Medjugorje se habla del ayuno como remedio espiritual precioso para crecer en la oración y reparar por los pecadores, en Fátima del rezo del Rosario y de la devoción a los Sagrados Corazones, en Ruanda (Kibeho) de evitar pecados de idolatría, fornicación e hipocresía… Si de verdad somos devotos del Corazón de Jesús hemos de llevar a la práctica lo que el mismo Jesús le pidió a santa Margarita y la Virgen María se está encargando de recordarnos en los últimos tiempos: amor, oración, reparación. En una palabra: que la fe se convierta en el motor real de nuestra vida. En estos días de preparación a la gran fiesta del Corazón de Jesús vivamos en actitud de amor a la Eucaristía manifestada en múltiples actos dentro y, sobre todo, fuera de la Iglesia; hagamos reparación por nuestros pecados y por los pecados de los demás pidiendo la conversión personal y la de los pecadores y alejados, a través del Rosario y el ayuno; y finalmente ofrezcamos nuestras vidas al Señor como ofrenda agradable con un estilo sobrio, honrado, justo y religioso.