Si Dios me espera…

Si Dios me esperaHemos comenzado Noviembre, un mes en el que tradicionalmente el recuerdo es para los difuntos. Me gustaría hacer una sencilla reflexión, que irá acompañada de otras más adelante sobre este asunto.

Es muy importante que nosotros meditemos de vez en cuando en este tema: después de esta vida, ¿qué nos espera?

¿Para qué “perder el tiempo” pensando en esto? Muchos dicen que lo importante es lo que hagamos aquí y ahora, que eso es lo único que vale, y que por eso no merece la pena pensar en el más allá. Que ese ha sido el recurso que ha usado la Iglesia (los curas) para meter miedo y tener calladita a la gente.

Acepto su punto de partida: lo que hagamos aquí que es lo que vale; pero hay que matizar el asunto: es bien distinto lo que hacemos según sea nuestra motivación. Precisamente si creemos en la vida eterna o no creemos en ella orientaremos nuestra existencia de una manera u otra. Si nuestra concepción de la vida acaba con la muerte, ¿quién va a impedir que pasemos por la vida abusando, siendo egoístas o acaparando todo lo posible?, ¿quién va a evitar que busque mi beneficio e interés?, ¿quién va a prohibirme hacer lo que me dé la gana, cuando me dé la gana y como me dé la gana? ¿Las leyes? ¿Y las leyes quiénes las hacen y con qué orientación?

Decía Dostoievski: si Dios no existe todo está permitido. Y no puede tener más razón. No hay más que mirar con un poquito de sentido crítico y ver qué sucede cuando intentamos eliminar a Dios de nuestras vidas y sociedades. Tenemos bastante cinismo cuando juzgamos con dureza hechos del pasado y tragamos en nombre de la modernidad los mismos o peores comportamientos. Quienes, por ejemplo, critican la inquisición hoy día se están comportando con más dureza que los inquisidores de hace cuatro o cinco siglos en temas como el aborto, la ideología de género o la laicidad; es una verdadera tiranía en los medios y las leyes. Y tragamos con ello porque sabemos que al que levanta la voz, le sobreviene la persecución.

¡Necesitamos a Dios! Es una necesidad vital, imperiosa, urgente, para todo en esta vida. También para que nos haga orientar convenientemente nuestra actuación cotidiana. Por eso necesitamos meditar en el tema de la vida después de la muerte. De cómo la entendamos orientaremos nuestro obrar.

Si Dios me espera en el momento de la muerte quiero estar preparado para ese encuentro, quiero que me diga “pasa al banquete de tu Señor”. Si Dios me espera quiero tener el alma acostumbrada a Él, quiero haber hecho el bien para que no me sea ajeno. Si Dios me espera quiero saber lo que piensa y lo que quiere, quiero dirigirme a Él con la confianza que da el trato asiduo, quiero seguir celebrando eternamente la Eucaristía. Si Dios me espera quiero que premie mis obras buenas, hasta dar un vasito de agua en su nombre a quien lo necesita. Si Dios me espera quiero que no me sea extraño vivir la misericordia y el perdón. Si Dios me espera quiero que el amor haya sabido aguantar, ser paciente, bondadoso, pacífico… Si Dios me espera quiero que las bienaventuranzas hayan sonado como banda sonora de mi vida: bienaventurado por ser pacífico, por buscar la paz y la justicia, por haber llorado y esperado en Dios… Si Dios me espera quiero que ese encuentro no me pille sin nada que ofrecer. Si Dios me espera quiero rechazar todo lo que le ofende y molesta. Si Dios me espera voy a empaparme de todo lo que quiere y le gusta para honrarle y alabarle.

¡Claro que lo que cuenta es lo que hago aquí! Pero yo quiero hacerlo con Dios. Por eso necesito pensar de cuando en cuando en lo me espera después de la muerte.