Muchos de nosotros llegamos a la Misa dominical con el tiempo justo, después de hacer muchas cosas y llevar muchas ideas en la cabeza… Comienza la Misa y no somos capaces de serenar la cabeza, el alma y el corazón. Y cuando nos damos cuenta la Misa se ha acabado. Cuando esto nos pasa nos dan ganas de no volver más porque para no aprovechar nada, mejor me quedo en casa; así pensamos muchos… Para que eso no te pase más veces conviene que te prepares a la celebración eucarística correctamente. ¿Cómo? Cinco sencillas ideas de probada eficacia.
– El tiempo. El tiempo que dedicamos a las cosas refleja la importancia que les damos. A lo que es importante para nosotros dedicamos mucho tiempo para que todo esté perfectamente organizado. ¿Hacemos esto por la Misa? Si no lo haces para la Misa, es probable que tu amor por Jesús en la Eucaristía necesite un “ajuste”. Es cierto que hay muchas cosas que hacer en el día; ¿a cuáles das la máxima importancia? No puedes llegar siempre tarde o justo al comienzo; es importante que estés unos minutos antes de comenzar para abrir el corazón y ponerte en disposición de recibir la Palabra y el Cuerpo del Señor.
– La cabeza. Es bueno hacer algún tipo de lectura espiritual durante la semana, o leer algún libro o artículo sobre la Misa; nos hace bien y nos permite entender los signos y ritos. Es bueno llevar leído el Evangelio que será proclamado. Mejor: leer todas las lecturas y rezar el Salmo. Te aseguro que llevarás una gran ventaja procediendo de este modo: entrarás mucho más fácilmente en sintonía con lo que Dios tenga preparado decirte. Al inicio del año repartimos Evangelios con las lecturas de la Misa; si no lo tienes puedes pedírnoslo.
– El corazón. La Misa es un momento de amor, de adoración, de gratitud, de contrición… Todos los sentimientos de nuestro corazón se encuentran en ella. Pero no es suficiente activarlos una vez a la semana, hay que entrenarse durante la semana, teniendo frecuentes momentos de oración. Entrénate en pedir perdón, en aclamar, en postrarte ante Él… ¿No será por esta falta de entrenamiento que te cuesta mucho y te cansa a veces la celebración?
– Tu cuerpo. Saber dónde vamos a ir es fundamental. No vas de fiesta ni al gimnasio ni al trabajo. Hasta el modo como vamos vestidos es importante: con noble elegancia, modestos y pudorosos, elegantes y sencillos. Pero también durante la celebración rezamos con el cuerpo: sentados, de rodillas, de pie, golpes de pecho… los gestos corporales nos ayudan a realizar la oración porque rezamos con toda la persona, cuerpo y alma.
– Lleva la semana. Un error sería ir a Misa y dejar en casa la semana vivida. Tu semana, con cada detalle vivido y cada persona encontrada, tienes que llevarlas en tu corazón. Nada debe quedar sin ofrecer. Pon los rostros y las intenciones de cada persona con que estuviste en el Altar en el momento del ofertorio. Todo y todos tienen que ir a Misa contigo.
Si vives así seguro que la celebración de la Misa dominical mejora en todos los aspectos.