Carta semanal
Este sábado tendremos la suerte de contar con cinco nuevos beatos en nuestra Archidiócesis, cinco valientes testigos de la fe, amigos entregados a la educación de los niños pobres de Burgos, generosos cristianos que siguieron los pasos de Jesús. Beatos y mártires, o beatos por ser mártires, porque han llegado a los altares por lo que hicieron en vida y por el testimonio cristiano de su muerte; beatos mártires que nos ayudan, en este Año de la misericordia, a llevar a la práctica eso de dar de comer al hambriento o enseñar al que no sabe.
Valentín Palencia, sacerdote diocesano entregado a la educación de los niños pobres de la ciudad a través del Patronato de San José desde 1898 hasta 1936; y junto a él subirán a los altares Germán García, Zacarías Cuesta, Emilio Huidobro y Donato Rodríguez, que acompañaron a don Valentín en esa maravillosa labor de recoger a los niños y darles una educación y un futuro. Y lo hicieron porque algo en su interior ardía; era el amor, el celo por Jesús, el amor de Cristo que como en san Pablo les empujaba desde su interior a entregar la vida, a predicar con las obras y las palabras, a evangelizar con su ejemplo. Vieron a Jesús en cada uno de esos rostros infantiles; se entregaron a ellos como si al mismo Jesús estuvieran enseñando matemáticas o música, educando en la fe y construyendo personas ejemplares para Dios y la sociedad.
El odio desatado en España en los años 30 del siglo pasado acabó con sus vidas; pero lo que los verdugos creían haber arrancado no fue sino un tránsito a la vida que no acaba, al encuentro definitivo con el Señor, ver cara a cara a quien sólo veladamente veían en aquellos rostros infantiles: Jesucristo. En su testamento dice don Valentín: «La dicha por la que siempre ha suspirado mi alma es dar mi vida por Él»; ¡vaya si la dio! Y la Iglesia reconoce su entrega y la de sus jóvenes amigos con la doble corona del martirio y la beatitud.
La Eucaristía fue para ellos el alimento esencial; ni aun en medio de las amenazas ni sabiendo que lo que hacían podía llevarles a la muerte, dejaron de recibir el Pan de los ángeles. Y fue precisamente una denuncia por celebrar la Santa Misa lo que acabó con sus vidas. Pero su sangre tiene que ser para nuestra Diócesis semilla de nuevos cristianos, germen de renovada vivencia del Evangelio, fuerza para testimoniar y vivir en la sociedad lo que creemos que es importante: el amor a los demás, la profesión de nuestra fe, la honradez, la justicia, la generosidad, la bondad… Y todos aquellos dones y frutos que el Espíritu Santo ponga en nuestras almas. Contamos con nuevos intercesores. Acudamos a ellos.
Es una suerte que podamos vivir este acontecimiento histórico. ¡Es la primera vez que vamos a tener en Burgos una beatificación! Tenemos que aprovechar la ocasión y unirnos a toda nuestra iglesia diocesana en la celebración que tendrá lugar en la Catedral a las 11:00 de la mañana.
Como parroquia de esta querida Diócesis no podemos sino agradecer a Dios este don inmenso. Ahora tenemos que aprovecharlo y acudir a ellos para que nos ayude en la pastoral con los niños y adolescentes. La suya es una semilla que tiene que germinar; y seguro que lo hace y vemos sus frutos.
Valentín Palencia y compañeros mártires, ¡rogad por nosotros y bendecid nuestras catequesis!