Mes del Corazón de Jesús

Mes del Sagrado Corazón de JesúsComenzamos el mes de Junio, mes del Corazón de Jesús. En Mayo hemos ido ofreciendo nuestras flores a María y preparado el corazón para entender desde el amor de la madre cómo nos ama el Señor. Ya nos había dicho en su discurso de despedida el mismo Jesús que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

Últimamente se repite hasta la saciedad eso de que se necesitan más testigos y menos maestros, como si el enseñar, orientar y guiar no fuera importante. Demos por válida una frase cuando menos dudosa. El primer y más grande testigo del amor ha sido el mismo Jesús; en muchas ocasiones nos abrió su corazón para saber lo que en él había, y así le vemos dando gracias a Dios Padre por lo que ha hecho entre la gente sencilla, otras llorando ante la tumba de su amigo Lázaro, otras compadecido del fatal destino de aquella viuda de Naím… Pero, sin duda, su mayor muestra de amor es la cruz y su corazón traspasado, haciendo realidad lo que había enseñado: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.

Cuando en el siglo XVII santa Margarita María de Alacoque recibe la revelación del Sagrado Corazón, la Iglesia entera se ve beneficiada de toda una corriente espiritual que dio nuevos aires, renovó la fe y ha calado tan hondo que ha llegado hasta nuestros días. Tan fuerte ha arraigado que todos los Papas del siglo XX y XXI han hablado de su importancia y beneficio para el pueblo de Dios. El año 1956 el papa Pío XII dedicó una encíclica al culto al Sagrado Corazón, la Haurietis Aquas; en ella podemos leer: “Innumerables son las riquezas celestiales que el culto tributado al Sagrado Corazón de Jesús infunde en las almas: las purifica, las llena de consuelos sobrenaturales y las mueve a alcanzar las virtudes todas”.

Si tan grandes beneficios aporta esta devoción cultivémosla. Recuerdo con cariño una costumbre de mi madre y que yo sigo repitiendo; cada vez que nos montábamos en el coche para hacer un viaje nos encomendábamos al Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Ponía sus vidas y nuestro viaje en las manos del Señor, nos recordaba que éramos sus humildes servidores y que todo lo que hiciéramos debía ser para agradarle a Él. Una bella costumbre fruto de una devoción arraigada que, como indica el papa Pío XII, llenaba nuestras almas de un consuelo sobrenatural ante posibles incidentes llevándonos a una vida de virtud, empezando por la confianza en su amor providente; y si algo no salía del todo bien, pues paciencia y a seguir confiando en Dios.

Estos días tenemos la oportunidad de acercarnos a la fuente de todo amor, de toda gracia, de todo don: el corazón traspasado de Jesús. Él es la fuente de la que podemos beber todo consuelo espiritual, mucho mejor que aquellos manantiales de Masá y Meribá donde bebió Israel para volver a tener sed aplastado por el calor del desierto.

Ante la dureza de la vida, ante la incertidumbre de nuestro tiempo… Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados. Ante las búsquedas de felicidad, las ansias insatisfechas, los vacíos que deja la sociedad… Que venga a mí y beba.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!