Este Domingo hay un tema central: el seguimiento, que en el Evangelio se concreta en el discipulado, en las condiciones para seguir a Jesús: ¿quién es verdadero seguidor y quién no?, ¿quién es verdadero discípulo y quién no?…
Pero el tema que yo quiero desarrollar este Domingo es el que nos trae san Pablo, tema de rabiosa actualidad: la libertad. Sus palabras no pueden ser más claras: para la libertad nos ha liberado Cristo. Habéis sido llamados a la libertad; no utilicéis la libertad como estímulo para la carne, sed esclavos unos de otros por amor.
Estas palabras nos dicen que el pecado nos lleva a la esclavitud; la redención de Cristo, por el contrario, a la libertad: para la libertad nos ha liberado Cristo. Esta libertad ha de estar orientada hacia el amor y no hacia el interés personal, el egoísmo o la satisfacción de las propias pasiones; para eso no es la libertad, nos dice san Pablo, ese camino sólo lleva a la esclavitud.
La libertad, por ese motivo, no es un fin en sí misma sino que es un medio para alcanzar la verdad y amar con autenticidad. Para que haya verdadera libertad ha de haber amor y verdad. No hay libertad sin amor, ni libertad sin verdad. Este es un triángulo que se alimenta mutuamente: cuanto más crezcamos en el amor más libres y verdaderos seremos, cuanto más libres seamos amaremos más y seremos más veraces, y cuanto más unidos a la verdad, más libres en el actuar y hablar. La verdad os hará libres, nos dice Jesús (Jn 8,32).
Libertad, amor y verdad, tres ejes que tenemos que potenciar.
Hoy el mundo quiere ser libre pero sin el suave yugo del amor y alejados de la verdad; y lo que vemos son existencias frustradas, incremento de las depresiones y fracasos amorosos y vitales. El mundo no quiere la verdad, vive en la tiniebla del error o la mentira, engañándose y dejándose engañar porque no profundiza en los hechos. En el mundo cuántos se proclaman dueños de la verdad y la quieren imponer a toda costa, y no son más que deseos y sueños de grandeza; eso sí, todo muy camuflado en propuestas progresistas, novedosas y bajo el paraguas de los derechos. El mundo se ha alejado del verdadero amor y no vemos sino matrimonios rotos, abusos y cosas similares.
Creemos que hoy hemos alcanzado las mayores cotas de libertad de la historia y sin embargo vivimos en un gran engaño; ¡engañados por el demonio como Eva y Adán! Y nos sigue engañando con argucias impidiéndonos reconocer la verdad de nuestra existencia y del mundo que nos rodea; y su argucia es el engaño, la mentira. Y con un plan tan antiguo sigue triunfando como si fuera algo nuevo.
La libertad es uno de los grandes anhelos de la humanidad de todos los tiempos. Queremos ser libres. Y san Pablo ratifica esa idea: para la libertad nos ha liberado Cristo. ¿En qué consiste esa libertad? En amar y ser amados, y en buscar la verdad. Amor, verdad y libertad tienen un nombre propio: JESUCRISTO. Luego cuanto más unidos a Él más libres seremos, cuanto más confiemos en Él más auténtico será nuestro amor, cuanto más le demos nuestro corazón más veraces seremos. Nos dirán que eso es una contradicción, una tontería o una infantilidad, que nos han comido la cabeza o que la libertad es hacer lo que me dé la gana independientemente de a quién afecten mis decisiones o qué me lleve por delante. Es la libertad, es esa palabra totémica que invade nuestras tertulias, esa palabra que justifica nuestras salidas de tono en lo moral, esa palabra que cierra la boca a quien trata de hacernos ver nuestro error. Pero te recuerdo, amigo mío, que has sido llamado a la libertad, no la utilices como estímulo para la carne sino para crecer en el amor.
Y para concluir, uno los dos temas de este domingo con una frase de Jesús: Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; así conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8,31-32).
Miguel Ángel Saiz,
vicario parroquial de Santa María y san Martín (Briviesca)
Evangelio al que corresponde esta homilía