El voto responsable

El voto responsableNos acercamos a las elecciones, ¡otra vez!, y es muy importante que nos tomemos en serio nuestro voto. Voy a dedicar unos artículos a profundizar en este tema porque el voto católico es fundamental para crear un estilo de sociedad u otro; de nuestro voto dependen muchas decisiones futuras. (Estas entradas están inspiradas en una reflexión de Pedro Luis Llera tomada de su blog de infocatolica.com). Lo primero que quiero transmitiros es a quiénes no voy a votar:

– No voy a votar a ningún partido que promueva leyes que atenten contra la Ley de Dios: los que son permisivos o promotores del aborto, quienes legislan contra la familia o el matrimonio cristiano, los que favorecen la ideología de género.

– No voy a votar a ningún partido que plantee la legalización de la eutanasia ni a los que propongan que se pueda experimentar con embriones humanos o se plantee la eugenesia (selección de la especie humana para dejar vivir sólo a los mejores o a los que nos gusten).

– No voy a votar a ningún partido que pretenda arrebatarles a los padres su derecho a elegir el tipo de educación y de colegio que quieren para sus hijos, en función de sus principios, de su religión o de su filosofía de vida. El Estado no tiene el monopolio de educar a los niños.

– No voy a votar a ningún partido que sea abiertamente enemigo de la Iglesia y de los católicos: laicistas, marxistas, comunistas o anarquistas. Los que aplauden cuando se profanan nuestras iglesias o cuando se cometen sacrilegios o cuando se asaltan capillas o cuando se hacen exposiciones blasfemas, son enemigos de Cristo.

– No voy a votar a quien se define como católico y legisla como masón; al que va a la procesión y aprueba leyes abortistas o acepta legislaciones contra la familia.

– No voy a votar a mentirosos ni a corruptos. Quien miente una vez, miente ciento. Los corruptos, los que roban para sí, para su partido, para sus amigos, militantes o simpatizantes, deben acabar en la cárcel: no en el Parlamento. No voto a quien me engaña: los que dicen que van a derogar las leyes contra la familia y contra la vida y luego las mantienen tal cual, nunca van a recibir mi voto.

– No voy a votar a ningún partido que esté dispuesto a negociar o haya negociado ya con la unidad de España.

¿Quién defiende la vida, la libertad de los padres para educar a sus hijos, el bien común de todos los españoles? ¿Quién defiende a España? ¿Quién defiende la moral y la decencia frente a tanta corrupción y tanta basura? ¿Quién defiende la propiedad privada y la justicia social? Porque en España hay millones de parados que sobreviven a duras penas…

Hoy en día no hay ningún partido político parlamentario que no sea una estructura de pecado. Tenemos los malos, los menos malos, los pésimos, los peores, los sinvergüenzas, los mentirosos, los corruptos y los más corruptos. Ninguno de los grandes partidos políticos me representa como católico. Luego en conciencia no debo votar a ninguno de esos partidos. El próximo artículo versará sobre este aspecto: el voto en conciencia.

La solución es dar el voto a opciones minoritarias. Muchos dicen que es tirar el voto. Nada más lejos de la realidad. Eso es votar con responsabilidad. Tengo claro a quién no voy a votar y más claro aún, cuáles son mis principios. Y no voy a renunciar a ellos bajo ningún concepto. No me importa que gusten o dejen de gustar esos principios; que me descalifiquen, que me llamen integrista, ultracatólico o fascista. No voy a traicionar ni mi fe ni mis principios morales (los Mandamientos) ni a mi patria: nunca, con la gracia de Dios.

La degeneración de los políticos españoles es una muestra de la corrupción moral de la sociedad española. España se forja en la lucha de la Cruz frente al Islam y luego contra las herejías protestantes. La fe católica es la que vertebró y mantuvo unidas las distintas tierras de España. La fe fue el motor de la conquista y evangelización de América. Si España deja a Cristo y lo cambia por el bienestar, el hedonismo y el egoísmo más grosero, dejará de ser España. Vivir en democracia no es incompatible -ni mucho menos- con mantener nuestros principios. La corrupción que sufrimos no se soluciona solo con leyes o con cárceles. Se soluciona con la conversión de cada uno de nosotros a Cristo, con coherencia eucarística, con integridad, autenticidad: con santidad. También con santidad política.


Leer el segundo artículo que trata el tema del voto de los católicos