A veces no nos damos cuenta, pero ¡menuda frase repetimos en Misa y en el Rosario: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo! Ya sabemos que san Juan Bautista la pronunció a orillas del Jordán cuando vio pasar a Jesús: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Lo hemos recordado en el Evangelio de este Domingo (Jn 1,29-34):
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo:
He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el bautiza con Espíritu Santo.» Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.
Llamar a Jesús como Cordero de Dios es algo que a nosotros nos suena un poco raro; tenemos que bucear un poco en la Biblia para descubrir su sentido. El cordero es el animal que expresa la inocencia; pero una inocencia bien concreta: la del que no participa del mal; así lo expresa san Agustín: “Yo he sido concebido en la iniquidad, y en el pecado me alimentó mi madre en su seno. Cordero, pues, es solamente Aquel que no ha venido en estas condiciones”. Es el animal que el pueblo judío –por mandato de Dios– utiliza para celebrar la Pascua, la liberación; es, por tanto, símbolo de liberación. Es el animal que recuerda al carnero que va al frente del rebaño; es, por tanto, símbolo de primicia, de cabeza. Es el animal que carga con los pecados del pueblo y se ofrece en expiación por ellos; es, por tanto, símbolo de reconciliación.
Jesús asume todo ese significado y se lo aplica a sí mismo identificándose con la profecía de Isaías: “como cordero llevado al matadero…” (Is 53,7). Ese cordero, sin oponer resistencia pero con pleno conocimiento y verdadera voluntad se entrega voluntariamente, y se entrega cargando sobre sí todo el pecado y el mal de este mundo. Ya desde el inicio del ministerio público, Jesús se enfrenta cara a cara con el pecado, y el evangelista ha querido dejarnos muy claro, que esa es su misión: luchar contra el pecado para liberarnos de su maligna influencia y poder. Y así lo declara el Bautista: Este es el cordero de Dios…
Nos tenemos que fijar en un detalle muy importante: dice “el pecado del mundo”; acaso ¿solo hay un pecado en el mundo? Es muy interesante profundizar en este aspecto; Jesús ha venido a arrancar el pecado de raíz, el pecado primordial origen de todos los demás males y pecados. Ha venido a destruir el pecado cometido por Adán en el paraíso; por eso a Jesús se le llama también el nuevo Adán; porque lo que destruyó el primer Adán con su desobediencia, Jesús –nuevo Adán– lo ha restaurado con su obediencia. Pero ese pecado tiene su desarrollo en los pecados del mundo; y ¿cuáles son estos pecados? El obispo de Córdoba lo ha resumido de una manera magnífica:
“Son nuestros pecados personales, por los que rompemos con Dios, prefiriendo nuestra voluntad y capricho a la voluntad de Dios, que quiere nuestra felicidad verdadera. Jesucristo ha venido para restablecer esa relación con Dios, rota por el pecado. Son nuestras rupturas con los demás, llevados por nuestro egoísmo en sus múltiples manifestaciones, poniéndonos como centro de todo y olvidando que la vida es para darla, gastarla en servicio a los demás. Jesucristo ha vivido y nos ha enseñado el amor fraterno. Tantas injusticias en el mundo son el resultado de la suma de todos nuestros pecados. El pecado social llega incluso a hacerse pecado estructural, a generar estructuras de pecado (el aborto organizado, los emigrantes explotados, los niños abusados, los prófugos y refugiados, los pobres y desheredados de la tierra). Tales estructuras de pecado no son algo anónimo, sino el resultado de nuestras malas acciones. El pecado del mundo es también el estropicio de la Creación (la contaminación del aire y de las aguas, la deforestación, los ambientes insanos generados por las grandes industrias, etc.)”.
Me gustaría que cayeras en la cuenta de lo que rezas…
Prueba a rezarla despacio, poniendo atención en cada palabra, sacando provecho…
Cordero de Dios… que quitas el pecado… el pecado del mundo…
TEN PIEDAD DE NOSOTROS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS, DANOS LA PAZ.
PERDÓNANOS SEÑOR, ESCÚCHANOS SEÑOR, TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS.